En una escena de "La hija de Ryan", Rosie y el cura se encuentran en la playa. Ella le pregunta por la utilidad del matrimonio y él contesta: "Para tener hijos y criarlos cristianamente, para calentarse mutuamente en las frías noches de invierno y para proporcionar una satifacción ordenada de los apétitos de la carne". Es una definición bastante acertada de la institución en occidente desde el punto de vista de la antropología funcional. Cuestión distinta es que queramos que todo eso cambie.
Desde otras visiones, que abogan por las descripciones densas, el matrimonio puede verse como un aprender a discutir dentro de una convivencia íntima y perdurable, normalizando la violencia que toda convivencia implica. Mauss diría: todo matrimonio se basa en aprender tres cosas: dar, devolver y recibir.
El amor es otra cosa. El amor siempre atemoriza y hiere ("Love hurts" que cantaban con verdadero sentimiento Gram y Emmylou), cuando no mata. Hoy día de San Valentín nos despertamos con muy tristes noticias desde Sevilla. Maldita sea. Ójala esta chica se hubiera fugado para siempre.
El matrimonio, bien llevado, sublima la pasión y con ella el impulso violento, aún a costa del amor.
Claro que Rosie no quería casarse, destestaba aquel su pueblo irlandés y todas sus convenciones sociales. Haría lo que fuere con tal de parecer diferente y, quizás de esta manera, sentirse libre. Hasta pegársela al maestro-marido con el teniente inglés-amante. Entonces el amor perdido aún ya olvidado, se convierte en pasión pura, violencia desmedida, sinrazón extrema.
¿Para que sirve el matrimonio? Tomen ustedes nota.
sábado, 14 de febrero de 2009
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