La iniciativa de un fin de semana sin futbol, planteada como una reivindicación de género, ha resultado un profundo fracaso. Tanto en El Molinón como en el Ruíz de Lopera, escenarios aludidos en el manifiesto promotor, la cuota de generos resultó absolutamente paritaria. Es más, en Gijón, que es de don puedo dar testimonio presencial, hubo una verdadera avalancha de mujeres "de rodríguez" esperando a los autobuses de los jugadores antes de entrar en el campo. En dicha escena la predominancia feménina resultaba abrumadora (75%-25%). Repito soy testigo.
Es de suponer que los compañeros de esta señoras y señoritas habrían esgrimido de buen grado la propuesta del fin de semana sin futbol, pero como la petición sólo iba dirigida al sexo masculino, se habrán tenido que conformar observando en un segundo plano los vítores, aplausos y gritos (parecía que en los autobuses venían U2, Maná, Shakira, en fin) o esperando en casita o en algún otro lugar a que terminará lo contienda futbolística.
Albert Camus decía, más o menos, que "todo lo que sabía de as obligaciones del ser humano era al futbol que él lo debía". Y este señor escribió La Peste.
Yo disfruto enormemente en el autobus que me lleva de vuelta desde El Molinón a la Plaza del Carmen hablando con todas esas señoras mayores (muchísimas) que llevan más de 30 y 40 años viniendo al Molinón. Algunas viudas, otras tienen a los maridos jugando a las cartas o viendo el partido por televisión, pero todas unas verdaderas expertas, recuerdan alineaciones, partidos y saben de los jóvenes que esperan su oportunidad. Hablan de sístemas, de táctica, de los cambios, de lo que se hizo bien, de lo que se hizo mal.
Y me acuerdo de Camus. Habría disfrutado tanto en mi autobus.
martes, 17 de febrero de 2009
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